Es seguro que los procesos de fabricación para la construcción cambiarán durante los próximos años y estos irán ligados a los desafíos con el desarrollo sostenible. Las políticas públicas y los intereses de los privados avanzaran con mayor atención hacia la ejecución de estas medidas. La actividad constructora es de las más contaminantes, y reducir su huella con las futuras generaciones es un demanda de diversos sectores, al mismo tiempo que las exigencias van subiendo con el fin de orientar el diseño hacia un consumo de carbono cero. 

Los asentamientos humanos históricamente han tenido una misión en común: aprender de la empírea para para evitar errores. La digitalización de datos, la integración de la información y la automatización de los procesos, han acelerado la implementación de mejores estándares en los últimos años, optimizando así las condiciones deseadas.

Existen documentos como los DAP/EPD (declaración ambiental de producto)  que consisten en un conjunto de datos, medibles y verificables, que permiten valorar la incidencia de la fabricación de un producto sobre el medio ambiente en su ciclo de vida (ACV), tanto el consumo de energía necesaria para la fabricación de dicho producto, como las categorías de impacto medioambiental establecidas. Los parámetros que se analizan son diversos, como: consumo energético; agotamiento de recursos; consumo de agua; residuos sólidos; cambio climático; acidificación atmosférica; polución del aire y del agua; destrucción de la capa de ozono; formación de ozono fotoquímico. Éstos cálculos pueden basarse en un análisis de ciclo de vida conforme a las Normas ISO 14040 y 14040, normas que  a su vez comparten protocolos con la ISO 19650.

También están disponibles las certificaciones energéticas LEED, Passive Haus , BREEAM, CES, etc. que constantemente se van actualizando, y que van incorporando con mayor rigor y exigencias temas como la envolvente térmica del edificio, divisiones detalladas de las zonas climáticas, la incorporación del cálculo de la huella de carbono en la operación de los edificios, además de la incorporación de los requerimientos asociados al consumo de  energía y agua, todo ello acreditado por un sistema de puntaje que estimula las competencias pertinentes de innovación.